Mamá, me he caido...
martes, 25 de septiembre de 2012
Manos de arena.
Cuando las yemas de mis dedos sienten el ligero calor de tu camiseta caliente, es arena esparcida por mi espalda, piedras que queman, amor, locura.
No me acuerdo de tus palabras cuando te miro, cuando te siento, cuando en un abrazo te pertenezco; no recuerdo el olor del mundo si me dices que me quieres.
Para mí alegría no es molestia el placer de tu cantar, de tu desnudez, del que me embadurnes en tu caballerosidad, en tu cariño único y verdadero, en tu regalo maldito que es quererme, y amarte yo a ti.
Mis manos se vuelven arena cuando te quiero tocar; noto que me deshago, que levito, que camino en el agua, que vuelo en mí.
Si te quiero alcanzar se me desgrana el corazón y las arterias. Una maldición de dolor se agita cuando alzo las manos para tenerte y mis ojos se pudren de llanto y sequedad al llegar a casa; a mi celda, a mi guarida de lágrimas.
Ahora es miedo, es miedo de tierra, miedo que desaparece cuando me abrazas y me siento la única protagonista de todas las historias bonitas de amor que pasan en el mundo... Es un miedo terrible, ese miedo que ciega, que inmoviliza, que no te deja ni pensar ni actuar, y que sin querer queriendo; no te deja vivir. Es miedo a apretarse los labios de nuevo con fuerza, a chirriar los dientes del deseo irrefrenable.
Es miedo a no poder borrarte de mi alma.
Miedo a no figurar escrita en la tuya.
viernes, 31 de agosto de 2012
Cuero.
miércoles, 8 de agosto de 2012
Miel.
Espero que me absorbas por los poros en cada mimo, en cada caricia, en nuestros roces de manos.
Me siento en una nube, en una puta nube. No quiero que él suba las escaleras. No quiero que nadie estropee nuestro abrazo. Sólo quiero mirarte. Ver tus ojos como dos lagos verdes. Me quiero bañar en ellos, me quiero quemar con tu llama inocente.
Ahora me apetece besarte, besarte en el cuello, tu cuello, que siempre huele a miel, a dulce, a ti, tu pecho que es la cascada que siempre me recuerda a sábanas recién puestas, a valle, a lago a felicidad, a libertad.
Amor, ahora te arrancaba la ropa con los guantes del alma, te tiraría a tu cama, dejaría que jugases con mi pelo, que abusaras de mi corazón, que me follaras el alma; y acabar el día siguiente, mirarte, mirarnos, enloquecernos. Cuando los rayos del sol jueguen con nosotros a tatuarnos la piel, con el recuerdo de mis ojeras maltrechas en tus labios, cuando el placer sea verdadero y me vea en tu cama al día siguiente, o cuando el aire de la habitación huela a pistolas descargadas, a condones en el suelo.... y haga un vestido con tus sábanas. Ahí sabré que no he sido yo, que por fin hemos sido los dos, que no es otro de mis sueños, que esta vez bailo con la mente, que siento felicidad, que tu también estás enamorado, que me deseas como te he deseado yo tanto tiempo.
Y al terminar besarnos, ser solo uno en un beso, sentir los labios como fresas, como fruta. Podernos querer.
lunes, 23 de julio de 2012
Sin título...
sábado, 23 de junio de 2012
Las manos reclaman moverse y no pueden... es como si ya no te recordara.
En la noche era la más rara del lugar, la que más bailaba de puntillas en tu alma. Sólo yo te preguntaba con la mirada, te acosaba quizás. El corazón se quería salir del pecho, estallaban las venas en los brazos.
Sólo me quedaba un paso para revelarme, un paso de tortuga, siempre lento, continuando hacia atrás.
Bailaba, estaba ebria, tú me mirabas, tú me acosabas:
- "Mira, otra vez te equivocas".
Te escupía con los ojos, quería estallarse en la cara todo el dolor. Toda la rabia.
Aprendí que el alma se podía cerrar, y que te podía mirar y verme inerte; lo permisivo se hacía insoportable, tu te hacías cada vez más irresistible, a la vez que asqueroso. Era asco, era miedo, era dolor, era rabia, era amor, era pasión, era mi alma, eras tú, era yo, era tu corazón, era el mío, éramos los dos.
Se acabó.
Era la fiesta del sueño en el pasillo. ¡Esfúmese de mí, si es tan amable!
Hoy y todos los días estoy triste. Hoy y todos los días te amaría como te amé.
sábado, 16 de junio de 2012
crema
Su cocina era vintage. Aún así a todos les parecía moderna.
Las tazas de porcelana pesaban, pesaban al fregarlas, porque en aquel entonces todo pesaba, si pesaba ella misma.
La olla tenía comida, estaba sucia, pero Adriana, derrotada por las batallas que se asemejaban a los crucigramas, se sentó en la esquina de la cocina, con las piernas cruzadas, sólo quería notar el frescor del suelo, aquel terciopelo verde. Sólo sentirse sola, sola sin gente.
La mesa olía a melancolía, a derrota, a juegos olvidados, a miradas fortuitas, a acordarse de él.
Le pesaban los días, le pesaba el olvido, le pesaba la vida.
Cogió el cartón de zumo con tan mala suerte de derramarlo encima. En ese momento no pudo más, rompían agua sus ojos. Su precioso vestido estampado de zumo, igual que su alma por las críticas. Era Adriana derrotada, en la cocina, con la olla llena de sopa verde, la hornilla humillada y sucia y los platos relucientes de podredumbre.
Como quien llega a una desgracia fortuita, llegó Cayetana, y la subio a los cielos de sus brazos, desparramando todo el odio que Adriana tenía sobre sí misma. Le contó que el vivir existe, la llevó en brazos al sillón.
Le redactó el cuento de que había personas capaces de no lastimar a coste cero, pero que siempre contara con los lobos hambrientos que llegarían o no por casualidad.
Los ojos de Adriana no cesaban de llover y su alma se partía; creer a Cayetana era una locura, siempre se basaba en utopías.
Cayetana notaba su mente, olía sus temores y le pegó una bofetada de ánimo. A pesar de saber que tenía, desgraciadamente la razón.
viernes, 13 de abril de 2012
Puntos suspensivos.
Entonces allí... Ella le miró. Él a ella, también; y se detuvo la luz, y se detuvo el tiempo y el espacio, de la manera más bella posible.
Le echó valor, le echó coraje. Sólo se miraban, no podía ser más que una simple mirada, cuando tuvieron momentos en que podía haberlo sido todo.
La pregunta es: ¿Cómo te comportas delante de la que ha sido la persona de tu vida? ¿Cuándo ya no es nada?
Miró al suelo él, ella también. De las ojeras de ella se desprendía el olor a tristeza que su alma le recordaba que aún sufría. Ninguno de los dos entendió en aquel momento el sentido de esa guerra tan absurda. Todo aquello no dejaba de ser una guerra, un conflicto; entre dos iguales.
¿Se puede con una mirada llegar hasta el mismo corazón?
¿Podemos hacerle el amor a otra persona sólo con mirarla?
Eso debió de preguntarse ella con la cerveza en la mano, su única amiga.
Cuando no cabían más impedimentos, ella reclamó sus ojos, y volvió a robarle la mirada, la inocencia que él le quitó a ella.
Camina por las calles, sólo la pasea el olor a nostalgia y las hojas secas. Antes y ahora también se asoma al balcón a ver las estrellas. Mientras piensa en cómo un día tuvo todo lo que había soñado, y en cómo ahora lo había perdido, y en cómo no volvería jamás.