Entonces allí... Ella le miró. Él a ella, también; y se detuvo la luz, y se detuvo el tiempo y el espacio, de la manera más bella posible.
Le echó valor, le echó coraje. Sólo se miraban, no podía ser más que una simple mirada, cuando tuvieron momentos en que podía haberlo sido todo.
La pregunta es: ¿Cómo te comportas delante de la que ha sido la persona de tu vida? ¿Cuándo ya no es nada?
Miró al suelo él, ella también. De las ojeras de ella se desprendía el olor a tristeza que su alma le recordaba que aún sufría. Ninguno de los dos entendió en aquel momento el sentido de esa guerra tan absurda. Todo aquello no dejaba de ser una guerra, un conflicto; entre dos iguales.
¿Se puede con una mirada llegar hasta el mismo corazón?
¿Podemos hacerle el amor a otra persona sólo con mirarla?
Eso debió de preguntarse ella con la cerveza en la mano, su única amiga.
Cuando no cabían más impedimentos, ella reclamó sus ojos, y volvió a robarle la mirada, la inocencia que él le quitó a ella.
Camina por las calles, sólo la pasea el olor a nostalgia y las hojas secas. Antes y ahora también se asoma al balcón a ver las estrellas. Mientras piensa en cómo un día tuvo todo lo que había soñado, y en cómo ahora lo había perdido, y en cómo no volvería jamás.
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