miércoles, 8 de agosto de 2012

Miel.

Cierra los ojos... Aprovecha al máximo mi abrazo. Sólo enloquece.
Espero que me absorbas por los poros en cada mimo, en cada caricia, en nuestros roces de manos.

Me siento en una nube, en una puta nube. No quiero que él suba las escaleras. No quiero que nadie estropee nuestro abrazo. Sólo quiero mirarte. Ver tus ojos como dos lagos verdes. Me quiero bañar en ellos, me quiero quemar con tu llama inocente.

Ahora me apetece besarte, besarte en el cuello, tu cuello, que siempre huele a miel, a dulce, a ti, tu pecho que es la cascada que siempre me recuerda a sábanas recién puestas, a valle, a lago a felicidad, a libertad.

Amor, ahora te arrancaba la ropa con los guantes del alma, te tiraría a tu cama, dejaría que jugases con mi pelo, que abusaras de mi corazón, que me follaras el alma; y acabar el día siguiente, mirarte, mirarnos, enloquecernos. Cuando los rayos del sol jueguen con nosotros a tatuarnos la piel, con el recuerdo de mis ojeras maltrechas en tus labios, cuando el placer sea verdadero y me vea en tu cama al día siguiente, o cuando el aire de la habitación huela a pistolas descargadas, a condones en el suelo.... y haga un vestido con tus sábanas. Ahí sabré que no he sido yo, que por fin hemos sido los dos, que no es otro de mis sueños, que esta vez bailo con la mente, que siento felicidad, que tu también estás enamorado, que me deseas como te he deseado yo tanto tiempo.

Y al terminar besarnos, ser solo uno en un beso, sentir los labios como fresas, como fruta. Podernos querer.

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