Busco en el diccionario y encuentro, resaltadas y en mayúscula, la S de soledad, y la D de desasosiego. La húmeda noche malagueña me cubre con su manto de frialdad y preocupación mientras me da un solo espacio entre los flecos de su mantón de manila para digerir un resquemor hiriente; que además escuece.
Los coches se oyen, cruzan el puente, pasean la carretera mientras las personas que en ellos van o que a ellos dirigen giran. Es viernes, la noche presenta estrellas que observan hasta el amanecer más pequeño... lo esperan con ansía, con expectación novedosa, con una extraordinaria sensibilidad sobrehumana.
Yo miro, miro los tejados, miro las casas y miro los seres que cruzan ese puente, miro también al tren de cercanías, que pasa con la elegancia tal de no hacer ruido ninguno, me fascina una cosa tan simple; y tan cómoda.
Estoy cansada, pero no tengo sueño, yo hablo de otro cansancio, y quiero gritar a otro descanso que escapa de vuestra razón, quizás quiera descansar de empezar a convertirme en una más dentro de mi misma, para ser Lydia de nuevo, para gritar con orgullo -"Mamá, me he caído" , otra vez...
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