Esa cuerda de maldición, eso pensamos todos. Esto vomitamos cuando las cosas nos superan. El vaso no se llena, se rompe… la barquita de plata se hunde, con tu maldad dentro. Que ganas de libre, de gaviotas en la playa, de danzas de gorriones con alas como plumas de avestruz, de sabores y colores nuevos. Mis puntos de sutura explotaron en la seducción de la vida, cual Gilda… mientras tú estás entre el público, llenándolo todo con tu aliento roto de mezcla de saliva y planta tabaquera, sin hablar; porque no te oigo… ni quiero oírte más. Estoy en la parada del bus de la racionalidad, y ya llevo veinte minutos esperando…
Me queman los rayos del sol, a pesar del frío; me silencian el sentimiento, no podía estar mejor rodeada de basura sentimental. Si al menos me pisaras con mocasines de Vuitton sacaría algo de clase a todo esto. A veces me desenamoras tanto… que el soplo último de nuestros besos sería una arcada de odio.